La poliomielitis, también llamada polio, es una enfermedad infecciosa muy contagiosa provocada por tres tipos de poliovirus. Este virus es reconocido principalmente por destruir el sistema nervioso y provocar parálisis. Sin embargo, la mayoría de las personas infectadas con polio no presenta síntomas y, solo algunas, síntomas leves. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y la Organización Mundial de la Salud, de todas las personas que contraen la infección, el 1 por ciento o menos pueden llegar a desarrollar parálisis. Desde la llegada de la vacuna contra la polio durante los primeros años de la década de 1950, y un esfuerzo global por erradicar la enfermedad, prácticamente no hay infecciones por poliovirus. No obstante, a pesar de que la erradicación ha sido casi completa en todo el mundo, ha habido brotes internacionales que se propagaron desde las pocas áreas en que la enfermedad aún existe y, en el año 2014, la Organización Mundial de la Salud declaró una "emergencia de salud pública de alcance internacional" en relación con aquellos países donde todavía existe la poliomelitis. Se han presentado nuevos casos de polio en viajeros provenientes de Pakistán, Camerún, Nigeria y Siria. Además, el virus aún existe en Afganistán, Guinea Ecuatorial, Etiopía, Irak, Israel y Somalia.
Hoy en día, gracias al uso de la vacuna, la polio es una enfermedad prácticamente inexistente en Estados Unidos. Sin embargo, debido a que aún existe en los países arriba mencionados y a que se viaja con mayor frecuencia entre los distintos países, todos los niños deben vacunarse para protegerse contra esta enfermedad. El tipo de vacuna antipoliomielítica que se recomienda en EE. UU. es la vacuna con el virus inactivado de la polio (su sigla en inglés es IPV). Se trata de una forma inactivada (muerta) del virus y constituye un medio muy seguro para inmunizar contra la enfermedad. Anteriormente, se administraba otra forma de la vacuna, llamada vacuna antipoliomielítica oral (su sigla en inglés es OPV), pero era una forma viva del virus y, por lo tanto, existía un riesgo menor de provocar poliomielitis. Sin embargo, la OPV aún se administra en otros países ya que resulta más eficaz que la IPV para prevenir la propagación de la enfermedad.
La IPV se administra a bebés y a niños en cuatro dosis a las siguientes edades:
A los 2 meses
A los 4 meses
Entre los 6 y los 18 meses
De los 4 a los 6 años
Se pueden administrar dosis de rescate a niños mayores y adultos si es necesario
Si un niño está enfermo o tiene fiebre, debe esperar a reponerse antes de poder recibir la vacuna contra la poliomielitis. Algunos niños incluso no deben aplicarse la IPV. Por ejemplo, aquellos que hayan experimentado alguna reacción alérgica a la neomicina, estreptomicina o polimixina B, y quienes hayan sufrido una reacción previa a la vacuna. Siempre consulte al médico de su hijo con respecto a las vacunas.
Una vacuna, al igual que cualquier medicamento, puede llegar a provocar problemas serios como por ejemplo, una reacción alérgica grave. Sin embargo, la IPV es muy segura y la mayoría de las personas que se vacunan no desarrollan ningún tipo de problema más allá del dolor en el lugar donde se aplica la vacuna.
Dele un analgésico que no contenga aspirina, según se lo indique el médico de su hijo.
Si se produce una reacción alérgica, es muy probable que se presente entre unos pocos minutos y unas pocas horas después de la vacunación. Los signos pueden incluir dificultad para respirar, hinchazón de la cara y la garganta, silbidos (sonido agudo al respirar debido a la compresión en las vías respiratorias), debilidad, latidos cardíacos acelerados, ronchas, sensación de mareo y palidez. Informe inmediatamente de la aparición de estos signos o de cualquier otro fuera de lo común al médico de su hijo.
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